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Bordeando el Pacífico esmeraldeño.

Oscar Arroyo

Ubicada en el extremo noroccidental de Ecuador la «Provincia Verde» la más exuberante de las provincias costeras, al estar cubierta de estuarios, manglares y bosques tropicales anegados. De salvajes y remotas tierras interiores, llenas de vida, color, encanto y seguramente maravillas por descubrir. La mayor atracción que ofrece Esmeraldas es su propia gente con su naturaleza abierta y su alegría de vivir.

Nuestra aventura estaba por empezar, tras 7 horas aproximadas de viaje desde Quito – Capital del Ecuador nos recibía Tonchigue un pueblo con una playa perfecta para relajarse y descansar. El clima era agradable para empezar a pedalear, una ligera llovizna empezaba a caer y nosotros nuestros primeros kilómetros empezábamos a marcar.

Si bien la Ruta de la Spondylus es la más visitada y recomendada para hacer turismo en la costa ecuatoriana, nuestro camino a recorrer era lleno de pequeños pueblos costaneros llenos de vida verde, pueblos ganaderos y agricultores, fincas y pequeñas hosterías que invitaban al viajero a quedarse en el pueblo de Galera a 17 kilometros de nuestro punto de partida.

Varias elevaciones de la ruta nos exigían pero el ánimo y las ganas por seguir recorriendo y descubriendo la provincia eran mayores, hidratados por unas rojas, carnosas y jugosas sandías revitalizábamos energías para continuar hacia Estero de Plátano una hermosa playa escondida entre la frondosidad de montañas y acantilados. En los meses de julio – agosto es un lugar privilegiado para el avistamiento de ballenas jorobadas.

Pueblitos como Quingue, Caimito, San Francisco se dejaban ver a nuestro paso. En Cabo San Francisco se forman miradores naturales y conocidos por su riqueza marina, hábitat de especies como la langosta, el pulpo de roca, el coral negro, la cherna, el spondylus princeps, el pargo, la corvina. Aquí el sol empezaba a caer el mar bravo nos recibía, una parada obligatoria para refrescarnos y observar acantilados y su playa.

El día terminaba, nuestro recorrido marcaba 74 km hasta El Salto. Era hora de ir a descansar para el siguiente día empezar una nueva ruta por la costa esmeraldeña, por lo cual fuimos hasta Mompiche a pasar la noche.

El sol empezaba a nacer en el horizonte, era momento de empezar la travesía hasta la Isla Portete para ello teníamos que cruzar en lancha con nuestras bicicletas, llegando así a Bolivar un pueblo pequeño rodeado de piscinas camaroneras.

Ya en la isla nuestro camino estaba marcado por la arena bañada por el agua de mar, cerca de 8 km bordeando la costa, con la brisa marina y postales de una playa única que enamora facilmente al turista propio y extranjero. Disfrutamos mucho de la frescura del mar después de esa gran pedaleada, romper y saltar olas fue parte la revitalización personal para regresar de nuevo al ritmo capitalino y del trabajo a diario.

Fue una gran experiencia el poder ciclear a nivel del mar, acompañado de la belleza natural de la «Provincia Verde», donde su gente, su gastronomía y hospitalidad la comvierten en una potencia turística para visitar obligatoriamente.

Tags : CostaMarPlaya