Un espectáculo natural ocurre cada año en sur del Ecuador, una gran extensión de bosque seco se tiñe de amarillo por el florecimiento de los Guayacanes. Mangahurco es un pequeño pueblo del fronterizo cantón Zapotillo, lugar donde se dan cita turistas nacionales y extranjeros para apreciar el singular hecho dado por las primeras lluvias que anuncian el inicio del invierno. Así la calidez, carisma y hospitalidad de su gente dan un plus para que más visitantes acudan a su alejado y caluroso pueblo cada año.
Tras 14 horas de viaje terrestre desde la ciudad de Quito llegábamos a nuestro punto de inicio, Pindal cantón de la provincia de Loja, conocido como el granero del Ecuador por sus cultivos de maíz.
Era hora de iniciar nuestro recorrido de 63km en bicicleta para llegar a Mangahurco, el sol en su zenit nos acompañaba en el caluroso día. Por la vía de asfalto podíamos ver la geografía de esta provincia con llanuras y colinas de tierra ocre y seca donde pequeñas casitas de adobe resaltan el paisaje.
Pequeños pueblos y caseríos dejábamos atrás para internarnos cada vez más hacia los Guayacanes, varios de ellos aparecían esparcidos a lo largo de nuestro recorrido contrastando el árido sector. Así recorridos 40km y entrando la tarde nos despedíamos del asfalto pues era hora de pisar suelo de tierra y lastre. Pedaleando fuerte sobre cuestas y desniveles dábamos nuestro mejor esfuerzo por llegar pronto a ver ese espectáculo de temporada. El ocaso nos acompañaba y daba el ultimo aliento pues ya podíamos observar los primeros Guayacanes.
Caía la noche llegábamos a Mangahurco siendo las 7pm. Cansados pero con la satisfacción de haberlo logrado era hora de disfrutar de la gastronomía del lugar, chivo al hueco era el plato estrella acompañado de un vaso frío de tamarindo. Una tenue lluvia refrescaba la noche para empezar armar el campamento.
El reloj marcaba 5am de la mañana y los gallos del pueblo cantaban anunciando el inicio de un gran día, los colores del amanecer pintaban el cielo, postales que renuevan el alma. Entre las siluetas negras el color dorado de las flores eran el punto de interés mientras el trino de las aves acompañaban en la caminata en busca de los mejores planos.
A medida que el sol iba naciendo la llanura de Guayacanes se apreciaba en su máximo esplendor pues los rayos del sol se fundían con el amarillo vistoso de las flores del Guayacán. Desde lo alto simulando el vuelo de un pájaro otra vista extendida de este valle conseguíamos. Majestusos, fuertes y coloridos éste bosque es visitado por familias enteras, aventureros y turistas que buscan magnificar su vista.
De a poco las primeras flores empezaban a caer con la suave brisa del bosque seco.
A 8 km de Mangahurco se sitúa el Balneario del Inca un nuevo destino por conocer, una formación rocosa en la que el agua de río se empoza formado piscinas naturales. Un camino de tierra rodeado de Guayacanes y fuertes pendientes nos esperaba hasta allá.
Fue una mágnifica experiencia poder ver el amanecer y ver chocar los primeros rayos de luz sobre las vistosas y amarillas flores del Guayacán. Sobre todo el poder llegar en bici a tan renombrado evento y combinar una vez más la fotografía y el ciclismo. La ilusión sigue intacta seguiré conociendo lo maravilloso que es mi país.